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viernes, 28 de junio de 2013

Dios bendiga a Africa - Nkosi sikelel' iAfrika


He tenido la suerte de ir a Sudáfrica un par de veces. La primera fue a Ciudad del Cabo, unos meses antes de que se jugara la final de la copa del mundo en 2010. Sin dudas, una de las ciudades más bellas y mágicas que he visitado y de la que quedé absolutamente enamorado. Ciudad del Cabo es bastante occidental y colorida, a pesar de lo cual posee  fuertes rastros de lo que fue el Apartheid por todos lados. Claramente, el icono ineludible es Robben Island, la isla prisión donde pasó gran parte de su vida Nelson Mandela; aunque también está el balcón desde el cual Mandela se dirigió al mundo el día de su liberación, transmisión que recuerdo haber visto en vivo en casa de mi padre en el año 1990.
Sin embargo, creo que uno no conoce lo que es realmente Sudáfrica si no ha ido a Johannesburg y el mayor golpe de la realidad e historia de Sudáfrica te llega si le prestas un poco de atención a la visita obligada a la casa – museo de Mandela en Soweto (South West Town).
En noviembre de 2010, trece meses más tarde de mi primera visita, visitamos Soweto y nos advirtieron que el lugar era poco seguro. En realidad, cualquiera que conozca más o menos una barriada de cualquier ciudad de Argentina, no tiene de qué asombrarse al caminar por esas calles. La particularidad del barrio donde está el museo de Mandela, es que a escasos 150 metros calle abajo, está la casa de Desmond Tutu, también galardonado con el Premio Nobel de la Paz. La calle Vilakazi es la única calle del mundo en la que han vivido dos premios Nobel, al menos hasta ahora.
Con un poco de atención y caminando calle arriba, es donde se sacó la foto que muestra a Hector Pieterson agonizando en brazos de otro estudiante y con su hermana al lado, durante el levantamiento estudiantil del 16 de junio de 1976, originado en la negativa de los estudiantes de someterse al dictado de clases en afrikaans, en el cual murieron otros 565 niños. Es decir, en 500 metros, hay prácticamente más historia de la Sudáfrica moderna que en el resto de Johannesburg.
Caminar por esas calles y entrar luego al museo de Mandela es algo muy intenso. Si bien la casa ha sido reconstruida en gran parte, aún se pueden ver las marcas de balas en las paredes o las manchas oscuras ocasionadas por las bombas molotov alguna vez arrojadas en atentados contra la familia del líder sudafricano. En el interior hay libros, botas, fotos y escenas cotidianas de la vida de Mandela por aquellos tiempos.

El día que nos tocó ir fue fundamentalmente gris, con una fina lluvia; a esta altura, era imposible no sentir angustia mientras el guía nos relata las circunstancias de entonces. Leo las paredes con frases de Mandela y su esposa: "the wife of a freedom fighter is often a widow, even when her husband is not in prision", como no llorar, como no me van a temblar las manos. De pronto entran a la casa un grupo de anchas mujeres africanas, nos miramos mutuamente, todos tenemos lágrimas en los ojos y en el fondo suena “Nkosi Sikelel´iAfrica”.
Se me termina de estrujar el corazón y salgo afuera de la casa, donde me pongo a conversar con un niño del cual no recuerdo el nombre, pero me cuenta que vive en el barrio, que va a la escuela y ya no sé qué más. No pude abstraerme de pensar en la vida que han tenido aquellas personas que han defendido siempre, sean cuales sean las circunstancias sus ideales y han sido fieles a su país y su gente.

Casi cuatro años más tarde, Madiba se está despidiendo de nosotros, su familia pide intimidad y respeto, esa intimidad que ellos no han podido tener nunca. Seguramente Mandela ha cometido errores como todos los hombres, sin embargo, estoy convencido que se ha ganado el respeto de todo el mundo, en especial el mío. 

domingo, 16 de junio de 2013

A propósito del día del padre



En los últimos días hemos estado discutiendo con amigos y conocidos sobre la validez del festejo del día del padre el tercer domingo de junio; en lugar de hacerlo el 24 de agosto, en conmemoración al día en que el prócer de la patria y quien fuera Gobernador e Intendente de Cuyo, Don José de San Martín fue padre de su hija Mercedes.

Festejarlo el tercer domingo de junio, impuesto por el entonces presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson en 1966, basándose en un padre que se hizo cargo de 5 hijos, no está nada mal. Sin embargo, creo que festejarlo el 24 de agosto, es mucho mejor, más aún contemplando las "Máximas a mi hija" que les dejó San Martín a su hija y que a mi criterio, tienen tanta vigencia hoy como cuando las escribió en 1825.

Les dejo las máximas de San Martín para su hija. Los invito a leerlas y meditarlas. Estoy seguro que si todos intentáramos cumplirlas, tendríamos un mundo mucho mejor. 
Máximas a mi hija
  1. Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que nos perjudican.
  2. Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira.
  3. Inspirarle una gran confianza y amistad, pero unida al respeto.
  4. Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.
  5. Respeto sobre la propiedad ajena.
  6. Acostumbrarla a guardar un secreto.
  7. Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
  8. Dulzura con los criados, pobres y viejos.
  9. Que hable poco y lo preciso.
  10. Acostumbrarla a estar formal en la mesa.
  11. Amor al aseo y desprecio al lujo.
  12. Inspirarle amor por la Patria y por la Libertad.


jueves, 6 de junio de 2013

Escuchame bien lo que te digo, de esto no sé si se vuelve.

 

Hace poco más de un año, un jueves cualquiera me vi empujado, literalmente a escribir sobre la magia de los jueves de asados y amigos. http://marcosabi.blogspot.com.ar/2012/04/no-sabria-que-decirles.html

Hoy es jueves y no nos vamos a juntar. Perdón, hoy es jueves y mis amigos se juntaron a comer al mediodía sushi. Ojo, yo no soy un fundamentalista del asado. Bueno, sí soy un fundamentalista del asado, pero uno que entiende al asado de amigos como una ceremonia, un momento en el tiempo que nos permite compartir no sólo esa entraña jugosa o unas mollejas crujientes, o unas costillas arqueadas; sino que es un momento de comunión de amigos, que va mucho, muchísimo más allá de la comida y bebida acorde.

Los conjurados han decretado el comienzo del fin de los asados de los jueves. Esto viene de un tiempo, en que empezaron a armarse almuerzos en distintos restaurantes, perdiendo la intimidad de la casa por las luces de otros bares, las recetas peruanas y las miradas de los mozos impacientes por retirarse a sus hogares.

Hoy se han rendido al "place real", han engullido con pleitesía trozos crudos del único animal que nada contra la corriente, cual metáfora siniestra de la realidad que nos toca.

Antes, al menos, se subyugaban a las artimañas certeras de sus esposas que en un intento desesperado por retenerlos en las casas, les prometían cumplir vaya uno a saber que cosas. Ahora en cambio, caen rendidos ante la comida pseudo exótica y la vidriera del lugar de moda para comer pescado crudo.

Han decretado, tal vez sin quererlo, tal vez como el deseo autodestructivo de la raza humana, la muerte lenta, vil y traicionera de los asados de los jueves. De esto no se vuelve tan fácilmente, recuerden mis palabras.

Incluso, cual secreto mal guardado, uno confesó que tal vez otro, tal vez él mismo; imposible saberlo a esta altura, plateó boicotear el asado de los jueves por salidas esporádicas a restaurantes exóticos.

Dentro de 10 meses se casa el último jinete, voy a poner lo mejor de mí para no que no se rompa esta hermosa tradición que nos conecta con lo más profundo de nuestro primitivismo al juntarnos rodeando un fuego, asando carne, tomando vino y contando historias.