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martes, 17 de julio de 2012

De eso se trata Villavicencio.

Villavicencio es uno de esos lugares mágicos que tiene Mendoza al pie, o mejor dicho, a los tobillos de la cordillera de los Andes. Tal vez el acceso desde la ciudad no sea el más atractivo o veloz, pero apenas se pasa la zona urbana, el paisaje te envuelve y te lleva inexorablemente a seguir la única ruta posible hasta que descubris exactamente la imagen de la etiqueta de botella de agua mineral. Es verdad, el lugar existe y es igual.

El último sábado, fuimos con unos amigos a correr por los famosos caracoles que dicen tienen 365 curvas y unen Villavicencio con las antiguas minas Jusuitas de Paramillos y estas con Uspallata. En realidad, el camino completa hasta Paramillos es de algo así como 25 km, por lo que decidimos hacer sólo 11 km de subida y volver hacia el hotel, totalizando los 22 km. 


La temperatura marcaba algo así como 4°C cuando salimos y exactamente 0°C cuando nos subimos a la camioneta para regresar a Mendoza, por lo que tuvimos que salir abrigados, claramente, el sol nos ayudó bastante a soportar la temperatura. 
No sólo las formas y colores de las rocas y muros son impactantes, también tuvimos la suerte de cruzarnos con un par de manadas de guanacos. Lamentablemente, la única foto que salió más o menos bien es esta del relincho de la primera manada. El relincho es el guanaco que hace de vigía y está atento a lo que pasa en el entorno mientras el resto de la manada come o descansa.
El camino está plagado de miradores y lugares históricos, como la casilla del telégrafo de cuando se usaba la ruta para ir a Chile o los surtidores, antiguo lugar en que se suminstraba agua mineral a los viajeros que pasaban por la ruta.

Luego de dos horas y media para hacer los 22km, creo que lo ideal es comer en el restaurante que está a la entrada del hotel, donde por 100 pesos (20 dólares aproximadamente) podés comer un menú de entrada de empanadas o fiambres, chivito con batatitas a la miel y unos postres de tamaño más que considerables y de los cuales no pongo foto para que los sorprendan en vivo.

El entorno es realmente increible, pero con seguiridad lo mejor de la salida no es sólo el lugar, sino el hecho de compartir una actividad física fuerte con mi hermano y amigos, donde sabés que tenés que poner todo de vos para superarte, para acompañar y apoyar al resto cuando hace falta, saber que podés pegar la vuelta y abandonar, pero sin embargo seguís, a veces, con más fuerza de cabeza que de piernas y otras claramente al revés; llegar sin fuerzas y con dolor, pero contento por haber cumplido con uno y con los demás.

De eso se trata, de superarse, compartir y disfrutar.