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sábado, 30 de junio de 2012

La industria naciente. Ser nacional.


El concepto de industria naciente, es usado habitualmente para justificar cierto grado de proteccionismo. Se fundamenta en que las actividades productivas de baja escala necesitan cierta ayuda para igualar tecnologías con las de las economías más desarrolladas y así, luego de un tiempo, poder competir en el mercado. El mayor problema es que la decisión del tiempo de protección, qué industria proteger y con qué instrumentos, es absolutamente discrecional y más allá de la buena intención, difícil de obtener los resultados deseados, más cuando la competencia en la industria en cuestión ya está madura.

“Durante la década de 1980 Brasil aplicó un estricto control sobre la importación de computadores extranjeros en un esfuerzo por crear su propia industria naciente de computación. Esta industria nunca maduró; la brecha tecnológica entre Brasil y el resto del mundo se ensanchó, mientras que las industrias protegidas simplemente copiaban computadoras de baja gama extranjeras y los vendían a precios inflados.”

Estuve tres semanas sin poder usar mi netbook. Mi hijo menor en su locura por ver y tocar todo, desarmó literalmente la ficha que alimenta la netbook dejándola incrustada.
La solución: ir a un representante autorizado de la marca de mi netbook y preguntar cómo se arreglaba y cuanto me iba a costar el asunto. Pensando que se trata de una máquina ensamblada o fabricada en Argentina, esto no debería ser algo costoso.
Primer sorpresa: Me indican que hay que cambiar el cargador y que del mismo no hay en stock en Mendoza, que llega en unos 10 días y que el precio es de aproximadamente $500 (unos cien dólares, para no entrar en discusiones sobre cuánto vale el dólar hoy en Argentina). Me pareció algo exagerado, más para una netbook que nueva vale 2500 pesos, no me parecía lógico que el cargador costara el 20%.
Me dediqué a recorrer todas las casas de computación y afines buscando un cargador “alternativo” y tan chino como el “original”, cuyos precios rondan los 200 pesos y en su mayoría tienen una serie de fichas alternativas que son compatible con todas las netbooks, notebooks y demás aparatos electrónicos.

Segunda sorpresa: La bendita ficha de mi netbook no está disponible en ninguno de los cargadores alternativos. En serio, en ninguno.
Con la tranquilidad de estos momentos, me acordé casi sin querer de un viejo local que se encuentra en calle Lavalle de la ciudad de Mendoza que arreglan cualquier cosa electrónica desde hace más de 30 años, según me dirá luego el dueño. Hago memoria y recuerdo haber pasado infinitas veces por la puerta y que pensaba como hacían para vivir estos locales y enfrentar los avances tecnológicos y el abaratamiento de los nuevos productos.
El cartel de la calle, medio derruido, dice algo así como “La casa del grabador”. Claramente, pienso que le haría bien un shock de marketing intenso. El local está debajo de la escalera del hoy cerrado pero en otros tiempos, glorioso teatro “El Taller”. Es sólo una puerta y no entra más de un cliente de mi tamaño, o dos relativamente normales. Una vez adentro, te invaden imágenes de la historia de la radiodifusión universal. Montañas de cables, radios, grabadores, circuitos, parlantes, televisores de todas formas y tamaños y ese olor característico que emanan luego de haber contado miles de veces las mismas historias o miles de historias en miles de horas; tapan al mago y propietario del negocio.
“Bueno, yo le pregunto, total…” El tipo, testea el cargador y me dice que hay que conseguir la ficha en una casa de electrónica y él me la cambia sin problemas. Así de simple, así de rápido. “Ojo, me dice, si la encontrás, comprate varias, con esto de las importaciones, cuesta mucho conseguirlas”. Pensé que me estaba cargando. Nuevamente a recorrer casas de electrónicas y conseguí un par que se parecían bastante. Las compré, me costaron 1,50 pesos cada una. ¿Se entiende, no? Algo más que 60 centavos de dólar las dos, pero tampoco es cuestión de derrochar dinero, por lo que compre una de cada una, al fin y al cabo, no sabía si el asunto iba a funcionar. Se las llevé al taller y me dice que al otro día lo tenía listo, pero que lo llame para que no vaya innecesariamente. Un detalle: El taller abre de 8.30 hs a 11.30 hs y de 15:00 hs a 19.30 hs. Los sábados, de 8.30 hs a 11.30 hs. Sacala.
En definitiva, retiro a las 24 hs mi cargador, con toda la alegría del mundo, le pago los 60 pesos del arreglo, llego a casa, enchufo la netbook y…… no anda. No carga, nada, muerta, igual. Lo llamo al tipo y me dice: “Venite, traete la máquina y vemos”. Al otro día, porque claramente no llegaba el mismo día, cuando la ve, se da cuenta que el cargador está golpeado y me dice que lo deje así lo desarma y ve que es lo que pasa. Unos tres días más tarde, me dice que tuvo que desarmarlo y pegarlo entero, de paso le reforzó la nueva ficha porque la original “no enganchaba bien de frente y por eso se te rompe”. Se portó Alberto, así se llama y no me cobró un peso extra.

La netbook me anduvo un día. Nada más. Suficiente para sacar algunos archivos importantes. Igual se la lleve de nuevo y descubrimos que el mayor problema estaba en la ficha pero “del lado de adentro” de la netbook y eso él ya no lo arregla. Terminé en otro representante y me dice que ellos me la sueldan, pero que cuesta 250 pesos. ¡Ni loco! Decido llevarla al service oficial de Mendoza pensando que hubiese sido la mejor opción desde el inicio, la dejo 24 hs para el presupuesto que, aún no entiendo porqué, me lo envían en dólares. Unos 260 pesos y 48 hs más tarde, me junto nuevamente con mi netbook arreglada aunque me dicen que mejor compre un cargador original porque al que arregle la ficha no llega a hacer contacto bien “la ficha no es 100% compatible” y me dan un correo, ya que lo envían directamente desde Buenos Aires con un costo de envío de 20 dólares más IVA, obvio, sumandole el costo del cargador chino original. 
Me rindo, me ganaron. Bajo la promesa de no comprar más productos electrónicos cuya marca suene a instrumento musical, envío el correo pidiendo el cargador original y recibo como respuesta que por el momento no están ingresando cargadores y no tienen en stock.
 
Solución: Vuelvo a Alberto, ajusta la ficha y el mundo sigue girando, al menos para mi netbook.

domingo, 10 de junio de 2012

Tiananmen, Maradona y San Martín


A inicios de junio de 2011 en el marco de la apertura de la oficina comercial de ProMendoza en China, participamos en múltiples reuniones y en la firma de varios convenios en China. El cambio de horario, el ajetreo diario de estas jornadas, más las responsabilidades propias por ser los organizadores de la misión comercial y política, no me dejaban mucho tiempo libre para distraerme y menos aún para salir a correr, aunque me las arreglé para salir un par de veces por los alrededores de la plaza de Tiananmen y de la ciudad prohibida que queda justo en frente ya que nuestro hotel estaba a unas cinco cuadras de una de las entradas a la ciudad.
El cambio de huso horario, nos obligaba a una vez terminada la jornada, empezar a editar las imágenes y escribir las crónicas para que salieran por los medios de Mendoza. Digo editábamos y escribíamos, aunque en realidad los que lo hacían eran dos grandes periodistas de los dos grupos de medios más importantes de Mendoza, Andrés Gabrielli por el grupo UNO, Nihuil, Canal 7, etc y Fernando Hidalgo por Canal 9, El Sol, LV10, etc. En definitiva, con la enorme ayuda de Martín Sosa como fotógrafo y cámara, nos pasábamos toda la noche encerrados en la habitación del hotel. Ellos trabajando contra reloj para subir la información a los FTP, salir al aire vía Skype y demás y yo aportando datos de lo que habíamos visto y realizado en el día y ajustando la agenda para el próximo día.

¿Todo esto para qué? Bueno, para  llegar a la parte simpática del asunto. Resulta que el último día en Beijing fue justo el sábado 4 de junio. Yo no había tenido la posibilidad de ingresar a conocer la Ciudad Prohibida y Martín Sosa ni siquiera había podido pisar la plaza de Tiananmen. El avión salía a las 16.00 hs por lo que le dije que dejara todo como estaba y nos fuéramos a la conocer la Ciudad Prohibida. Agarramos la filmadora profesional y la cámara de fotos y nos fuimos caminando.

Al ser sábado, había muchísima gente por todos lados y fuerte presencia de policías, cosa que no nos había llamado la atención los días anteriores. Un par de cuadras antes de llegar a la plaza, nos  preguntan unos policías si somos periodistas y a donde vamos, les dijimos que éramos turistas y queríamos conocer la ciudad prohibida y pasamos sin problemas. Al llegar a la ciudad prohibida, la marea humana era impresionante, no se podía caminar de la cantidad de personas que había. Nunca en mi vida vi tanta gente junta. En definitiva, viendo que para entrar íbamos a tener que hacer un par de horas de cola, decidimos ir sólo a la plaza. Error.


La plaza de Tiananmen, es enorme y sus principales accesos son subterráneos ya que hay que pasar por grandes avenidas y absolutamente todos los ingresos tienen una fuerte custodia policial ya que no dejan pasar ningún tipo de elemento cortante, armas o encendedores y tienen scanner como en los aeropuertos. Al llegar al control, yo paso sin problemas con la cámara de fotos y cuando miro hacia atrás, veo a Martín haciéndome señas y un policía haciéndolo a un costado.

Inmediatamente me acerco y le digo “Martín, este es el momento en que tiramos las cámaras al piso y salimos corriendo”, obvio que los dos nos empezamos a reír. El oficial nos preguntaba cosas en chino y claramente nosotros no entendíamos absolutamente nada. ¿Imaginan la escena, no? Dos tipos, a un costado de un pasillo subterráneo, con cada vez más policías rodeándonos y el resto de los chinos que querían ingresar a la plaza nos empiezan a sacar fotos y mirar como si fuésemos narcotraficantes. Uno que chapuceaba en inglés, nos dijo que esperáramos que fueran a traer una traductora. Para nosotros, pasó una eternidad y mientras empezaron a aparecer unos chinos flaquitos que me llamaron la atención porque tenían todos unas remeras deportivas color verde. Después nos enteraríamos que eran una especie de guardias civiles de la plaza que se mezclaban entre la gente para evitar cualquier tipo de disturbios.

Apenas llegó la traductora, pensé que estábamos salvados. Digo pensé y no pensamos porque Martín estaba congelado a mi lado y transpiraba como testigo falso. Comencé a explicarle que representábamos a un gobierno, que habíamos sido invitados por el gobierno chino y estábamos firmando unos convenios con el Ministerio de Tecnología de China, que queríamos conocer la plaza, que no éramos periodistas, que teníamos un vuelo en tres horas y que nuestros pasaportes estaban en el hotel y si quería los íbamos a buscar y que ya no nos importaba conocer la plaza, que mejor nos íbamos silbando bajito y que ya a esta altura lo único que queríamos hacer era salir corriendo.

La traductora nos pide los documentos con lo que le pido a Martín el suyo y la mujer me empieza a preguntar lo que dice y va copiando en una libreta mientras lo escanean con un aparatito que no había visto en mi vida. Cuando termina, le pide el documento a Martín. Sí, se lo pide a él y yo le paso el mío, a lo que la mujer insiste y se lo vuelve a pedir a él. En ese momento, me dio miedo. Me di cuenta que al igual que nosotros con los chinos, ella nos veía a todos los occidentales iguales y había confundido la foto de Martín conmigo y les aseguro que no somos ni cerca de parecidos. Cuando logro explicarle, me pregunta de qué país venimos, “Argentina” le digo, me dice, “ese no es ningún país”, en fin, lo único que se me ocurrió fue recurrir al “Argentina - Maradona – Messi”. La mujer nos miraba sin entender y yo miraba desesperado a los policías y los cerca de veinte flaquitos estos que ya me estaban poniendo nervioso. Hasta que de pronto, uno de los policías me dice “¿Maradona?”, me acuerdo y me emociono, fue la primera vez en el día que sentí que me estaba comunicando con ellos. “Sí” le digo, “Argentina, Maradona” y empiezo a hacer la mímica de jugar al fútbol, como que estaba haciendo pallanitas y demás y el chino empieza a hacer lo mismo y a hablarle al resto. Cinco minutos más tarde, nos dicen amablemente que nos retiremos de la plaza y volvamos al hotel para tomar el vuelo a Shanghai, cosa que hicimos sin presentar la menor queja al respecto.

La verdad no sé porque escribo este post ahora. Tal vez sea por los 22 años de la masacre de Tiananmen, tal vez porque no me gusta que limiten mi libertad de elegir hacer o no algo. En ese momento, me sentí vulnerado en lo que consideraba mi derecho de poder visitar la misma plaza en que había estado corriendo un día antes y entendí la frase del Gral. San Martín “Seamos libres, lo demás no importa nada”.