Traducir a mi idioma

domingo, 9 de diciembre de 2012

El último deseo de Enrique




El día 12 de agosto de 2012, falleció Enrique Tittarelli, tal vez la persona que más sabía de aceite de oliva de Argentina. Desde ese día, he escrito y borrado líneas, tal vez sabiendo que todo lo que yo pudiera escribir sobre él me resultara insuficiente, tal vez, porque a veces a las personas nos cueste un poco más expresar con las palabras correctas los conceptos que tenemos para con aquellas que aprendemos a querer en poco tiempo y de pronto ya no las tenemos con nosotros.

Hoy, mientras revisaba el correo no deseado, encontré un mail de una amiga direccionando a una nota sobre Enrique y donde me pedía que escribiera al fin un post sobre esta gran persona, haciendo referencia a sus sentimientos encontrados sobre la reciente publicación del libro "La familia Tittarelli y la olivicultura argentina", libro que Enrique no pudo ver publicado.

Conocí a Don Enrique Tittarelli y a Rosa, su compañera de vida en una de las tantas visitas a empresas que hacía regularmente. Fuimos a su finca de Rivadavia y nos recibieron con unos mates y tostadas en una casa de campo que tiene todo lo que uno puede imaginar que tenga una casa de campo. Desde aromáticas colgando del techo, hasta una cocina a leña, pasando por un humidificador para los puros que fabricaba Enrique y que Rosa le prohibía fumar, o bien cientos de artículos antiguos que hoy sólo se ven en casas de coleccionistas y que en esa casa no formaban parte de un decorado chic, sino más bien, hacían a la esencia misma del lugar.

En una agenda de visitas donde entre empresa y empresa teníamos unos 40 minutos de viaje y escuchábamos y conversábamos con las personas para ver desde nuestro trabajo en qué cosas los podíamos ayudar o asesorar, la reunión con Tittarelli detuvo todos los relojes y luego de más de dos horas, donde me mostró desde el vivero y los olivos plantados por él, hasta su mini planta aceitera, sólo pude irme con la promesa a mí mismo de volver con más tiempo apenas pudiera.

Así fue como a lo largo del tiempo, cada vez que iba a la zona Este, buscaba un pretexto para pasar al menos a saludarlo, comprarle unas botellas de aceite, compartir algún vino tinto y tratar de convencerlo de que en su libro tenía que volcar los resultados que había obtenido todos estos años en su cata anual de aceites de oliva que hacía con sus alumnos del panel de cata. Enrique nunca quiso dar a conocer la información, porque no quería perjudicar a aquellas marcas que según la cata, daban aceites lampantes y que varios, como yo, se sorprenderían por ver la posición que ocupaban año tras año.

Una de las últimas veces que fui a visitarlo, estaba muy débil pero igual seguía haciendo planes a futuro. Con mucho dolor, le tuve que decir que no había encontrado forma de ayudarlo con la publicación del libro. Al final, fue Enrique quien terminó consolándome porque yo no le tenía respuestas. Ese día me fui llorando de impotencia y dolor. Sabía que lo más seguro es que ya no volvería a verlo.

Enrique plantó varios árboles, muchos de ellos hace tiempo que dan frutos; enseñó a todos los que quisieran escucharlo a hacer aceite de oliva para hacer cada día más y mejores productos. Ver el libro “La familia Tittarelli y la olivicultura Argentina” publicado, es ver el último deseo de Enrique realizado y puede descansar con la tranquilidad del deber cumplido. Ojalá algún día pueda hacer lo mismo.

1 comentario:

  1. Gracias.
    Es un placer leer las palabras de un gran hombre recordando a un hombre excepcional.

    ResponderEliminar