A inicios de junio de 2011
en el marco de la apertura de la oficina comercial de ProMendoza en China,
participamos en múltiples reuniones y en la firma de varios convenios en
China. El cambio de horario, el ajetreo diario de estas jornadas, más las
responsabilidades propias por ser los organizadores de la misión comercial y
política, no me dejaban mucho tiempo libre para distraerme y menos aún para
salir a correr, aunque me las arreglé para salir un par de veces por los
alrededores de la plaza de Tiananmen y de la ciudad prohibida que queda justo
en frente ya que nuestro hotel estaba a unas cinco cuadras de una de las
entradas a la ciudad.
El cambio de huso horario,
nos obligaba a una vez terminada la jornada, empezar a editar las imágenes y
escribir las crónicas para que salieran por los medios de Mendoza. Digo
editábamos y escribíamos, aunque en realidad los que lo hacían eran dos grandes
periodistas de los dos grupos de medios más importantes de Mendoza, Andrés
Gabrielli por el grupo UNO, Nihuil, Canal 7, etc y Fernando Hidalgo por Canal
9, El Sol, LV10, etc. En definitiva, con la enorme ayuda de Martín Sosa como
fotógrafo y cámara, nos pasábamos toda la noche encerrados en la habitación del
hotel. Ellos trabajando contra reloj para subir la información a los FTP, salir
al aire vía Skype y demás y yo aportando datos de lo que habíamos visto y
realizado en el día y ajustando la agenda para el próximo día.
¿Todo esto para qué?
Bueno, para llegar a la parte simpática
del asunto. Resulta que el último día en Beijing fue justo el sábado 4 de
junio. Yo no había tenido la posibilidad de ingresar a conocer la Ciudad
Prohibida y Martín Sosa ni siquiera había podido pisar la plaza de Tiananmen.
El avión salía a las 16.00 hs por lo que le dije que dejara todo como estaba y
nos fuéramos a la conocer la Ciudad Prohibida. Agarramos la filmadora
profesional y la cámara de fotos y nos fuimos caminando.
Al ser sábado, había
muchísima gente por todos lados y fuerte presencia de policías, cosa que no nos
había llamado la atención los días anteriores. Un par de cuadras antes de
llegar a la plaza, nos preguntan unos
policías si somos periodistas y a donde vamos, les dijimos que éramos turistas y
queríamos conocer la ciudad prohibida y pasamos sin problemas. Al llegar a la
ciudad prohibida, la marea humana era impresionante, no se podía caminar de la
cantidad de personas que había. Nunca en mi vida vi tanta gente junta. En
definitiva, viendo que para entrar íbamos a tener que hacer un par de horas de
cola, decidimos ir sólo a la plaza. Error.
La plaza de Tiananmen, es
enorme y sus principales accesos son subterráneos ya que hay que pasar por
grandes avenidas y absolutamente todos los ingresos tienen una fuerte custodia
policial ya que no dejan pasar ningún tipo de elemento cortante, armas o
encendedores y tienen scanner como en los aeropuertos. Al llegar al control, yo
paso sin problemas con la cámara de fotos y cuando miro hacia atrás, veo a Martín
haciéndome señas y un policía haciéndolo a un costado.
Inmediatamente me acerco y
le digo “Martín, este es el momento en que tiramos las cámaras al piso y
salimos corriendo”, obvio que los dos nos empezamos a reír. El oficial nos
preguntaba cosas en chino y claramente nosotros no entendíamos absolutamente
nada. ¿Imaginan la escena, no? Dos tipos, a un costado de un pasillo
subterráneo, con cada vez más policías rodeándonos y el resto de los chinos que
querían ingresar a la plaza nos empiezan a sacar fotos y mirar como si fuésemos
narcotraficantes. Uno que chapuceaba en inglés, nos dijo que esperáramos que
fueran a traer una traductora. Para nosotros, pasó una eternidad y mientras
empezaron a aparecer unos chinos flaquitos que me llamaron la atención porque
tenían todos unas remeras deportivas color verde. Después nos enteraríamos que
eran una especie de guardias civiles de la plaza que se mezclaban entre la
gente para evitar cualquier tipo de disturbios.
Apenas llegó la
traductora, pensé que estábamos salvados. Digo pensé y no pensamos porque
Martín estaba congelado a mi lado y transpiraba como testigo falso. Comencé a
explicarle que representábamos a un gobierno, que habíamos sido invitados por
el gobierno chino y estábamos firmando unos convenios con el Ministerio de
Tecnología de China, que queríamos conocer la plaza, que no éramos periodistas,
que teníamos un vuelo en tres horas y que nuestros pasaportes estaban en el
hotel y si quería los íbamos a buscar y que ya no nos importaba conocer la
plaza, que mejor nos íbamos silbando bajito y que ya a esta altura lo único que
queríamos hacer era salir corriendo.
La traductora nos pide los
documentos con lo que le pido a Martín el suyo y la mujer me empieza a
preguntar lo que dice y va copiando en una libreta mientras lo escanean con un
aparatito que no había visto en mi vida. Cuando termina, le pide el documento a
Martín. Sí, se lo pide a él y yo le paso el mío, a lo que la mujer insiste y se
lo vuelve a pedir a él. En ese momento, me dio miedo. Me di cuenta que al igual
que nosotros con los chinos, ella nos veía a todos los occidentales iguales y
había confundido la foto de Martín conmigo y les aseguro que no somos ni cerca
de parecidos. Cuando logro explicarle, me pregunta de qué país venimos,
“Argentina” le digo, me dice, “ese no es ningún país”, en fin, lo único que se
me ocurrió fue recurrir al “Argentina - Maradona – Messi”. La mujer nos miraba
sin entender y yo miraba desesperado a los policías y los cerca de veinte
flaquitos estos que ya me estaban poniendo nervioso. Hasta que de pronto, uno
de los policías me dice “¿Maradona?”, me acuerdo y me emociono, fue la primera
vez en el día que sentí que me estaba comunicando con ellos. “Sí” le digo,
“Argentina, Maradona” y empiezo a hacer la mímica de jugar al fútbol, como que
estaba haciendo pallanitas y demás y el chino empieza a hacer lo mismo y a
hablarle al resto. Cinco minutos más tarde, nos dicen amablemente que nos
retiremos de la plaza y volvamos al hotel para tomar el vuelo a Shanghai, cosa
que hicimos sin presentar la menor queja al respecto.
La verdad no sé porque
escribo este post ahora. Tal vez sea por los 22 años de la masacre de
Tiananmen, tal vez porque no me gusta que limiten mi libertad de elegir hacer o
no algo. En ese momento, me sentí vulnerado en lo que consideraba mi derecho de
poder visitar la misma plaza en que había estado corriendo un día antes y
entendí la frase del Gral. San Martín “Seamos libres, lo
demás no importa nada”.
Nota mental: Cuando la situación apremie y el idioma limite, invocar a Maradona.
ResponderEliminarGracias por la enseñanza.